"Y volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. —Cuida de mis ovejas."
Juan 21:16 NVI
Una de las cosas más peligrosas que podemos hacer es determinar nosotros que es aquello que traerá gozo y agradara al corazón de nuestro Señor Jesucristo. Así fue como Pedro prometió demostrarle amor a Jesús, quiso hacerlo a través de las acciones épicas, de la espada y de dar la cara aún hasta la muerte si era necesario. Conocemos la historia de como fracasó estrepitosamente, pero Jesús le iba a brindar una nueva oportunidad a su amado discípulo. De una forma amable pero directa le pregunta si realmente estaba decidido a amarle. Pedro ya no está tan envalentonado y le reconoce que sí que tiene "amor" pero que todavía le queda mucho para estar al nivel que su maestro había mostrado para con él, es ahí cuando Jesús expresa que no deja nada más importante en la tierra que su iglesia y que si él estaba determinado a amarle lo debía hacer mostrando también un cuidado y afecto especial por su rebaño, a partir de ese momento Pedro vivió cuidando a la "esposa" de una manera cuidadosa y entregada hasta el día que el esposo lo llamó a su presencia. Nos engañaríamos creyendo que podemos amar a Jesús y estar desconectados o despreocupados de su rebaño, cuando uno está determinado en su amor por el maestro acabará desarrollando un corazón por la iglesia que Jesucristo compró con su sangre. Las dos cosas son indivisibles.