"En la ciudad de David os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esta será la señal para que lo reconozcáis: encontraréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."
LUCAS 2:11-12 BLP
La Navidad no se entendería sin reflexionar en la venida del "Dios Invisible" a la tierra encarnándose en Jesús. Si Dios hubiera tenido unos parámetros humanos hubiera hecho las cosas de otra manera. Posiblemente, habría nacido en Roma con un desfile de ostentosidad y ejerciendo una gloria y poder que no hubiera dejado a nadie decidir. Pero en una forma que escapa a nuestra mente y destroza nuestro orgullo y vanagloria el Señor Eterno, Invisible, Todopoderoso, Alto y Sublime decide que la señal para que los humildes y anónimos pastores reconozcan quién es Él, se traduce en un bebé que descansa en un pesebre pues ningún mesón quiso recibirle. Dios funciona en otros parámetros a los humanos y por ello a muchos les cuesta encontrarle, pues el camino hacia Él es hacia abajo y no hacia arriba, es el camino de humillarse y reconocer la incapacidad para llegar a Dios por nuestros logros.
Él sin necesitarlo recorrió ese camino de humildad para llegar a nosotros, por ello durante su vida nunca usó de nada que pudiera despertar la vanagloria o admiración temporal del hombre pues eso sería pasajero. Él buscaba corazones que supieron reconocer qué detrás de ese carpintero de Nazaret residía toda la plenitud de Dios y que la forma de expresarla era muy diferente a la que los hombres esperaban. Hoy Dios sigue revelándose en esa manera. Él no esta detrás de lo grande o pomposo, sino que se deja conocer a corazones quebrantados y humildes que saben ver al Señor eterno en el humilde carpintero.