“El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: —¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!"
Marcos 15:39 RVA2015
Ver morir a hombres era su trabajo diario, además de eso en la forma de tortura más cruel que se ha conocido “la crucifixión". Gemidos, blasfemias, llantos, silencios... estaban entre las más comunes formas de afrontar la muerte. Pero ese día se encontró frente a un crucificado que no perdió en ningún momento la compostura y que era capaz de mirar a los que le rodeaban con ojos de misericordia, es más alcanzó a oir algo como: - "perdónalos, no saben lo que hacen".
Pero lo que realmente tocó y transformó su corazón fue ver algo que nunca había visto ni vería, un hombre decidiendo cuando su espíritu abandonaría su cuerpo y llamando al Dios al que se lo confiaba "Padre". Cuan sublime, digno y santo tuvo que ser ese momento, que exclamó firme y convencido: —¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!.