“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa."
Romanos 1:20 RVR1960
Hace como 2 años por pura condescendencia y afecto paternal, permití que mis hijos tengan un gato en casa. Tiene sus habilidades y peculiaridades, pero si un día decidiera salir a hacer la compra y hubiera dejado el ordenador apagado y al gato solo en casa, si al volver me hubiera encontrado no solo el ordenador encendido, sino una carta de amor en inglés y en castellano junto a una taza de café, créeme que por mucho cariño que se les coja a las mascotas lo primero que pensaría no es que fue el gato. Deduciría que alguien con habilidad, capacidad e inteligencia y que ademas me aprecia, ha estado en casa. Así Pablo nos escribe como un mensajero de Dios definiendo la locura de nuestro siglo, y cómo los hombres cada vez están descubriendo más líneas en las cartas que Dios nos ha dejado a través de la creación. Además nos encontramos que están acompañadas de un aroma donde percibimos como si alguien que nos amara estuviera detrás de todo ésto. Pero hemos decidido colapsarnos intelectualmente y decir que no puede haber un Dios inteligente, sabio, artista y amoroso detrás de todo ésto. Habría más posibilidad que el gato hubiera escrito la carta, que detrás de todo este universo sólo estuviera el azar. Conforme la ciencia avanza, ocurre que como bolsa llena de aire en forma de razonamientos y cálculos cambiantes pero inflada de orgullo, deja a la humanidad más huérfana y desorientada. Aunque en ocasiones hay honestidad y se acaba reconociendo que no se entiende el todo de lo que nos rodea. Si tan sólo se reconociera que hay un creador, la pieza se pondría en su sitio y todo tendría la armonía para el intelecto. Pero honestamente creo que hay un problema más moral que intelectual detrás de todas las propuestas ateístas de nuestro siglo.
Como alguien dijo: - El ateo tiene un problema y es que no podrá serlo para siempre pues la muerte pondrá fin a su ateísmo.
Realmente conocer al Dios que se revela en Jesús, no solamente satisface intelectualmente, sino que además lo hace al corazón que tanto lo necesita.