"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra."
Éxodo 20:4 RVR1960
Este mandamiento tiene un sentido externo y uno interno. Dios es espíritu por lo que intentar trasladarlo a algo que podemos tocar, ver y ponerlo a nuestro nivel es una forma de blasfemar su nombre.
El Dios que los cielos no pueden contener e infinito en todos sus atributos es quien decide revelar como el hombre a de conocerle y adorarle, y está bien descrito en su palabra. Además el mismo dice que "si el cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Donde podrán construirme casa?", imagina el hacer una imagen que le represente. Pero el peligro de transgredir este mandamiento no solo se da en los ídolos que podemos hacer con nuestras manos, también se encuentra en la imaginación de nuestro propio corazón y como este percibe a Dios y determina que él debe de ser. Esto en sí es tan peligroso como la idolatría física, pues en ambos casos lo que estamos dejando es que seamos nosotros quienes decidamos como y quién es Dios.
Por ello si queremos verdaderamente encontrar a Dios y adorarlo en la forma que se debe hacer, dejemos que sea su palabra la que le dé la forma en nuestro corazón y este simplemente se postre en obediencia y adoración.