"No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano."
Éxodo 20:7 RVR1960
Entramos al tercer mandamiento y vemos a Jesús, dándonos una indicación de cómo debemos siempre enfocarnos en oración cuando Dios llega a ser nuestro Padre por la obra del Evangelio, pero aún en esta relación intima nunca dejar en nuestro corazón de decir, "santificado sea tu nombre".
En la cultura bíblica el nombre representaba todo aquello que la persona era, identidad y propósito estaban implícitos en este. Por lo que tomar el nombre de Dios en vano no es solamente blasfemar o hablar de él de una forma banal. También implica todo aquello dónde Dios ha puesto su nombre, como su palabra, su pueblo, el evangelio, etc... tratar con aquello dónde está implícito el nombre de Dios de una forma superficial y a la ligera nos hace trasgredir este mandamiento. Por lo que debemos empezar a reverenciar su nombre en nuestros corazones y de esa forma al relacionarnos con Dios mismo y con aquello qué es portador de su nombre lo haremos con la honra que este merece.