“Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes,"
2 Timoteo 3:2 LBLA
En su segunda carta a Timoteo, Pablo le escribió una lista donde describía el tipo de sociedad que habria en los últimos tiempos a los cuales llamo "peligrosos" o en su original "feroces". Me llama la atención que en medio de los implacables, sin afecto natural, homicidas y avaros, se encuentren los desobedientes a los padres. Pero lejos de parecer fuera de lugar, tiene una enorme relevancia. La obediencia y respeto a las figuras de autoridad, es una virtud y valor que demuestra tener entendimiento y sabiduría, la cual marcará el destino, desarrollo y plenitud de nuestras vidas. Esta virtud se aprende y cultiva en el hogar y a través de la primera figura de autoridad delegada que representan nuestros padres. Muchos usarán la excusa de sus errores y defectos para evadirse de este principio de obediencia, pero esta actitud será la que lleven cuando de relacionarse con otras figuras de autoridad se trate. Por ello vemos una sociedad que viola continuamente los principios de autoridad empezando por los que están en lugares de representación política y afectando esto a todas las esferas. Pablo acertadamente lo dejó escrito, pues de una sociedad que desde el hogar viola los principios de autoridad, no puede salir nada bueno ni perdurable. Pero el creyente tiene una verdad que le apunta en otra dirección, fue el mismo Pablo quien nos recordó y exhortó a practicar y vivir el mandamiento de honrar a nuestros padres para traer a nuestra vida la plenitud y el propósito que Dios tiene con nosotros y no ser arrastrados por la corriente de nuestro tiempo.