“Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír."
Eclesiastés 1:2 RVR1960
Al igual que cada día necesitamos alimentarnos de comida y bebida para acallar la sed y el hambre en nuestro cuerpo, así ocurre con el deseo de satisfacción, plenitud y trascendencia que todos experimentamos pero que muchos no saben cómo explicarlo o describirlo.
En algún momento hemos aspirado e imaginado una situación y condiciones concretas sobre las que fantaseamos creyendo que en ellas encontraríamos el reposo y la satisfacción que continuamente vemos que se nos escapa. Pero Cohelét ya estuvo allí y nos da la realista noticia que aún quien tenga la posibilidad de darle al ojo y al oído lo que este pide, al final seguirá experimentando ese vacío e incluso dolor profundo que el alma experimenta cuando descubre que vuelve a quedar insatisfecha.
Para algunos este podría ser el trágico y definitivo destino del ser humano, pero la Biblia no nos deja ahí y nos apunta a que se debe esta necesidad y quien es el que realmente podrá satisfacer el oído y el ojo humano. Al ser una necesidad infinita, lo finito estará limitado; pero quien nos creó puso esta necesidad infinita y profunda en nuestros corazones, pues Él si es infinito, y como un ser infinito que no puede agotarse en toda sus virtudes, es capaz de llenar los corazones de aquellos que sinceros y sedientos acuden a Él y encontrar llenura de esta necesidad fatigosa a la cual podrá dar verdadero descanso y paz como Nuestro Señor Jesucristo nos prometió a los que buscáramos y bebiéramos de Él.
No necesitamos imaginar o fabricar una situación ilidica, tenemos a un Dios que lo supera todo, pongamos nuestros oídos y ojos en Él y no seremos defraudados.