"Miré luego todas las obras de mis manos y el trabajo que me había tomado para hacerlas; y todo era vanidad y aflicción de espíritu, sin provecho bajo el sol"
Eclesiastés 2:11 RV2020
En los versículos anteriores, Cohélet nos ha narrado las diferentes formas en las que buscó sentido y significado a su existencia. Como rey que disponía de multitud de oportunidades para hacerlo, no perdió el tiempo; en la música, en el arte, en la arquitectura, en la agricultura y la ganaderia, en los convites, en las riquezas y los múltiples placeres que estas te permiten. Cualquiera pensaría que el suspiro después de todas estas frenéticas experiencias sería un "Wow, que pasada", pero en un ejercicio de honestidad que pocos están dispuestos a hacer exclamó: "De nada me vale y sigo experimentando un profundo vacio".
Hoy vivimos en una sociedad que tiene la oportunidad de mostrar sus búsquedas de la felicidad en directo, muchos observan el momento y concluyen que seguro esas vidas sí deben ser verdaderamente felices, pero que las suyas no tanto. Las estadísticas muestran cómo esto produce una profunda insatisfacción en muchos, pero rara vez alguien sube al espacio virtual "las conclusiones y el después" cómo Cohélet tan honestamente lo hizo. Cuidado de a quién y qué hemos creido que necesitamos para ser felices y plenos. La Biblia nos abre una puerta para seguir un camino que nos asegura no dejarnos defraudados. Es Juan quien nos escribe sobre esto en su primera carta y nos asegura: "Pero el mundo y sus pasiones se desvanecen; solo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre".