y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. Eclesiastés 3:11 RVR1960.

En este versículo, Cohélet deja claro que el comer, beber y recoger la recompensa después de la dura y honrada jornada, son dones o regalos que Dios le ha dado al hombre en su breve peregrinaje sobre la tierra.

Algunos pudieran por la forma en la que en ocasiones se ha dado a conocer a Dios, que el plan que Él tiene para la existencia humana es un plan de restricción, limitación y un viaje seco, sin melodía ni color ni sabor; pero si alguien sabe de placer, deleite y plenitud es Dios. Los sentidos nos han sido dados no solo para poder relacionarnos con el mundo creado sino también para disfrutar de todo lo que contiene el mundo creado.

Es imposible vivir un día sin que el placer de alguna manera nos alcance: Un amanecer que acaricia suavemente nuestra mejilla, un vaso de agua fresca en una jornada fatigosa, un abrazo que nos hace sentirnos especiales y así podríamos agotar este devocional.

El diablo no ha inventado ningún placer, lo único que él ha podido lograr es que crucemos los límites que cada placer tiene, para pervertirlos y que nos acaben destruyendo. El placer es como un rayo del sol que nos deja ver que todo lo que disfrutamos emana de una fuente que es la que realmente traerá satisfacción plena y duradera a nuestro corazón y este es Dios.

Mientras creamos la mentira que más allá de la línea de protección hay más placer del que podemos disfrutar, solo acabaremos mutilándonos para no poder disfrutarlo en su medida y alcanzar a Dios quien nos lo da. Por lo que cada vez que disfrutes ese don que Dios te ha dado en las diferentes formas y a través de diferentes fuentes, mira al cielo y da gracias a Dios por ese momento temporal sin olvidar que es un anticipo de lo que en la eternidad nos espera a aquellos que lo amamos y deseamos estar con Él.