He observado otra cosa bajo el sol: en la sede del derecho, el delito; en el tribunal de justicia, la injusticia.
ECLESIASTÉS 3:16 BLP
Cohélet nos va proponiendo miradas de la vida que se plantea sin tener en cuenta a Dios y en las que nos va dejando en un estado de realidad y en ocasiones de desesperación.
En esta ocasión, es para llorar desconsoladamente cuando nos muestra lo que ocurre en las sociedades, que no tienen en cuenta a Dios y que sus leyes nacen del interés y del corazón caido del hombre. Lo declara muy tajantemente con la afirmación que "donde tendría que haber tribunal para el derecho y la justicia acaba imperando el delito y la injusticia".
Hoy estamos asistiendo al cumplimiento de un versículo como este. Derechos, como el de la vida, se acaban traspasando en el caso del aborto por razones en su gran mayoría como el derecho a no detener mi vida. Para acompañar a unos pocos en sus laberintos de identidad, se amordaza a la mayoría de la sociedad y se le intimida para no pensar con coherencia. Se permiten leyes que dejan a los que ocupan poder, las manos desatadas para hacer según sus criterios.
Esta es claramente la consecuencia de sacar a Dios, su ley y su carácter moral de nuestros corazones; no se podía esperar otra cosa. Pero lo trágico es que esto no solo hiere, atenta y deja injusticias a aquellos sobre los que caen estas leyes. También deja consecuencias sobre aquellos que las aprueban y llevan a cabo, pues ello muestra la condición de sus corazones. En el versículo siguiente, Cohélet nos habla sobre un juicio justo e inevitable que le espera en la eternidad al ser humano sobre su vida y forma de vivirla bajo el sol. Solo aquellos que a través del Evangelio y de la persona de Jesús se ponen a cuentas con Dios, escaparan de una inevitable condenación.
Demos gracias a Dios por haber conocido y abrazado esta verdad y sintámonos responsables con nuestra desnortada generación para hacerles llegar tan grande noticia antes de que sea tarde.