He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
Eclesiastés 4:4 RVR1960
Como vemos, Cohélet era un observador aplicado y ponía su mirada en aquellas cosas en las que merecía la pena reflexionar para después aplicar, aprender o desechar.
¡Cuánto bien se haría nuestra generación si mirase lo que aprovecha! En éste caso observo que cuando alguien destaca por excelencia de obra; lo cual significa y se aplica con alguien que vive una vida cultivada y que escoge lo piadoso, correcto e íntegro, pues no es de un don de lo que habla, pues en otras versiones traduce excelencia por rectitud de vida.
¿Por qué ocurre ésto? Porque generalmente los hombres quieren permanecer en su estado de pecado y por defecto de autoengaño, y es entonces cuando alguien con una vida recta y justa que destaca, trae la denuncia indirecta de que se puede vivir una vida más acorde al carácter de Dios que de los hombres.
Ésto fue lo que el Hijo de Dios cuando se encarnó en Jesús y vivió como un hombre limpio, puro, recto y despojado de amor por la vanagloria humana ocurrió. Nos dice el evangelista Juan que Él era la luz perfecta, y que los hombres que vivían en tinieblas experimentaron no fue el amor de la luz para sacarlos de su oscuridad y cueva, sino que sintieron denunciadas sus obras y por ello el anuncio de un juicio en el que nadie quiere pensar. Hoy poco ha cambiado y diríamos que ha empeorado. Aquellas cosas que son luz y modelo Divino, son hoy deterioradas intencionalmente para abrazar una vida de oscuridad que solo lleva a desesperación a quienes la viven.
Pero la luz quedó expuesta para siempre y cualquiera hoy puede volverse y vivir en ella.