No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
Eclesiastés 5:2 RVR1960
Una de las señales de adquirir sabiduría y madurez es la capacidad de administrar nuestras palabras delante de los hombres. Por ello como nos exhorta Cohélet: ¡Cuánto más importante es cuando de hablar de Dios se trata!
Tenemos una visión muy temporal y terrenal de nuestra vida, por lo cual cuando las cosas toman un rumbo que no entendemos rápidamente pueden salir palabras o actitudes que manifestarán nuestra inmadurez, rebeldía e inconformidad con la voluntad de Dios. Pero como nos dice el versículo, no nos demos prisa y demos un paso atrás para tomar perspectiva de nuestra vida y la eternidad, dando lugar al plan eterno de Dios, Su bondad y sabiduría. Es ahí desde donde nosotros debemos buscar a través de su palabra y su presencia, nuestro encaje en ese plan Divino. Esto no es algo que se aprende intelectualmente sino a través de una relación donde rendimos nuestro corazón en lealtad, amor y admiración a su perfecta voluntad. Si alguien supo vivir en este versículo fue el Hijo del Hombre; nuestro Señor Jesucristo, quien solamente pronunció siete palabras en la hora más dura y oscura que un ser humano pudo vivir. Pero cuan hermoso es ver que Él supo que el padre estaba sobre todo y Él únicamente en la tierra de la cual se levantó para ser exaltado por la eternidad.