Todos llegamos al final de nuestra vida tal como estábamos el día que nacimos: desnudos y con las manos vacías. No podemos llevarnos las riquezas al morir.
Eclesiastés 5:15 NTV
Ya hemos comentado en algunos devocionales que una de las premisas para captar bien la esencia de este libro es que la perspectiva de Cohélet es tratar de entender la vida debajo del sol. Aquí encontramos una reflexión, que nos puede ayudar a buscar un propósito y ocupación en nuestra vida, más alto y más trascendente que las cosas materiales y temporales. Aunque parezca mentira, esta reflexión no todo el mundo se la hace, o por lo menos, no vive como si se la hubiera hecho con seriedad.
Los hijos de Coré tuvieron mucha agudeza espiritual para interpretar este ángulo ciego del corazón humano. Mira con qué precisión lo escribieron en el Salmo 49:11:
"Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus habitaciones para generación y generación; dan sus nombres a sus tierras". Fíjate, vivir creyendo que nuestra vida aquí no se termina. Es necio vivir pensando que nos vamos a quedar aquí para siempre y que son otros los que se van. No es una vida bien vivida ni bien empleada la que se ocupa exclusivamente en el trabajo y en las cosas que no van a poder llevarse a la eternidad. Vinimos desnudos y durante nuestra vida debemos trabajar para el mantenimiento necesario, pero sabiendo que los trajes de funeraria no tienen bolsillos.
En realidad, esta es una forma de mostrar cuánta es nuestra fe en Jesús y su reino venidero, Él nos invitó a hacer tesoros en el lugar más seguro del cosmos: "el cielo".
Una vida que vive para la voluntad de Dios y para traer ese bien a su prójimo, usando los dones, tiempo y fuerzas que Dios nos da en este breve tiempo sobre la tierra, será una vida que habrá acumulado verdaderos tesoros y que podrá disfrutar del fruto de su trabajo más allá de la vida debajo del sol. Muchos vivieron vidas bajo esta luz y seguro que hoy no estarán decepcionados en la eternidad.