El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio. Eclesiastés 8:5 RVR1960
Vivimos en una sociedad tan desconectada de la verdad y del modelo de Dios, que ha conseguido que veamos las formas de los mandamientos dados por este, como una carga y un peso no sólo imposible de vivir, sino como un límite para nuestra felicidad.
Como bien dice el texto, el sabio sabe interpretar el porqué del mandamiento y las consecuencias de aplicarlo o no. Cuando conocemos al Dios que se nos revela en las Escrituras, una de las cosas que descubrimos es que Él es un Dios benefactor, nos ama y todo lo que emana de Él como legislador obedece al fin de un bien que nos conviene y que le honra como Creador.
Por ello, el mandamiento será los rieles que nos lleven a vivir la plenitud y la dirección que Dios tiene para nuestra vida. El sabio los ve como regalos para acercarse al carácter de Dios, imitarlo y ponerse bajo la bendición y protección que éstos traen. Simplemente con ver los diez mandamientos que fueron dados a Moisés, no es difícil imaginarnos que una vida vivida en ellos será una vida en libertad y en plenitud más que en coacción y esclavitud.
Humanamente nadie es capaz de vivir bajo el mandamiento por sus propias fuerzas, el evangelio es la buena noticia de que Cristo nos da su vida de resurrección por el Espíritu Santo y por medio de ésta podemos vivir como el salmista expresaba: "Cuánto amo tu ley, todo el día ella es mi delicia". El que así vive puede ser señalado como un sabio.