Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él;
Eclesiastés 8:6 RVR1960
El gran filósofo y ateo del siglo pasado Antony Flew, confesó su conversión al creacionismo, entre otras cosas, por su observación al hecho de evidenciar leyes en todo lo creado. Pues bien, esto no deja de ser menos cierto en lo moral.
El ateísmo, que nos deja en el desolado terreno de la mera materia, no es capaz de explicar con fundamentados argumentos el por qué de la construcción moral, que sustenta todas las civilizaciones y como hay una línea troncal en todas ellas. Los seres humanos tenemos la ley de Dios escrita en nuestros corazones y cuando la traspasamos, la culpa y la mala conciencia nos dan evidencia de ello sin necesitar que nadie nos denuncie. Esto no le ocurre al resto de la creación.
La tragedia de nuestros días es que se nos quiere vender la gran mentira de que el juicio sobre nuestras decisiones y la ley de la siembra y la cosecha no estará sobre nosotros. Se invita a esta generación a creer que la vida consiste en usar y abusar de aquello que finalmente nos va a destruir. Como buen sabio, Cohélet observó que tenemos un terreno: "el tiempo" y una cosecha: " el juicio", y que el mal que nubla el corazón del ser humano no le dejará ver esta verdad.
Pero el Evangelio quita el velo que está sobre nuestro necio corazón y nos da la capacidad de entender estos principios y poder vivir en libertad usando la semilla de justicia y verdad en el tiempo que tenemos para disfrutar una vida de plenitud, gozo y descanso sin malgastar ninguna herencia. Observemos y respetemos los linderos con piedad, y el bien será nuestra herencia.