Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para mal suyo.
Eclesiastés 8:9 RVR1960
En el propósito original, Dios quiso compartir su autoridad a través de hombres y mujeres que le representaran en las diferentes etapas de la vida. El pecado torció y enfermó los corazones y desde entonces padres, madres, gobernantes, pastores, profesores, jefes, etc.. de una u otra manera han ejercido mal su papel y cometido.
Es trágico y dañino cuando alguien usa la medida de autoridad e influencia que se le da sobre otras vidas para aprovecharse, hacer daño, abusar o no responsabilizarse de su misión. Esto provoca rebelión, dolor, decepción y alejamiento en los corazones. Hoy somos testigos de como nuestra sociedad destruye o se rebela contra sus estructuras originales en todos los niveles como familia, política, social e incluso eclesial. Todo esto es resultado de la incapacidad del ser humano para cumplir su papel de representar el papel encomendado alejado de Dios. Pero:
¿Es renegar de los modelos dados por Dios la solución?
La respuesta es un NO absoluto. La única esperanza y salida que la humanidad tiene es arrepentirse de intentar hacerlo a su manera y alejados de Dios, para por medio de Su Palabra, Su Gracia y Su Espíritu volver a los linderos originales y representar bien el papel que Dios espera de cada figura de autoridad. Esto traerá corazones sanos y deseosos de conectarse con el Dios que está detrás de la arquitectura de la vida.