Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento.
Eclesiastés 9:2 RVR1960
En Génesis 5 se nos presenta la lista de los descendientes de Adán y nos deja una nota que no debería aparecer en la melodía: "y murió". Es a este suceso que se está refiriendo Cohélet, y quien desde una perspectiva terrenal a este lado de la eternidad nos presenta.
Dios es la fuente de vida, y Él le advirtió a Adán, que ir en contra suya y de su Palabra era desconectarse de la vida y morir. Pues bien, tal como Dios lo advirtió, Adán lo hizo efectivo, pecó y murió. Primero espiritualmente, para después hacerlo físicamente, y desde entonces esta es la nota a la que Cohélet se refiere y que ninguna generación ha conseguido torcer ni borrar de su vida.
Siendo un suceso universal, que pocos reflexionan y se preparan para ello, cuando después del sonido de esa nota, comienza la melodía de la eternidad. Pero quien es la vida y de quien nos desconectamos por el pecado vino a resolver esa ruptura y reconciliarnos por medio de Jesús, que con su vida y muerte pagó sobre sí la sentencia de la muerte y nos abrió un nuevo camino vivo a Dios.
Por lo que ya no es tan importante el suceso que acontece a todos, sino lo que ocurrirá después de ese suceso, y eso lo determinará tu Fe y arrepentimiento a través de Cristo o tu rechazo a este. Esta decisión, y no otra, es la más importante de nuestras vidas.