En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.
Eclesiastés 9:8 RVR1960
Aunque el contexto en el que se puede encuadrar este versículo tiene que ver más con una connotación cultural, que apunta a una vida próspera y bendecida, no puedo dejar de pensar en su simbolismo espiritual y que nos desafía a una vida más alta que la que la prosperidad y bendición natural nos pueda dar, y no es otra que una vida de altura espiritual.
El evangelio es la buena noticia de que por gracia y unión a Cristo se nos conceden nuevas vestiduras y la persona del Espíritu Santo habitando en nosotros, que entre muchos símbolos es representado por el aceite. Si gratuitamente y por la fe en Jesús hemos recibido tan gran privilegio, tenemos un alto llamado a mantener esas vestiduras limpias de contaminación y suciedad y aprovechar, vivir y mantener el suministro del aceite inagotable que el Espíritu Santo nos provee por medio de una comunión íntima y diaria con Él, así como también con su palabra.
La vida de altura que se nos regala en el Evangelio no es en algunos tiempos, sino en todo tiempo como nos apunta este versículo. Si esta condición no está en nuestra vida, no salgamos afuera a buscar excusas, seamos honestos y arrepintámonos de aquellas cosas en las que no estamos colaborando para que esto sea una realidad en nuestra vida. Nada se puede comparar a una fe que mantiene sus vestidos limpios y la provisión de aceite del Espíritu en todo tiempo.