Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.
Eclesiastés 10:1 RVR1960
Cohélet hace una observación muy aguda. Elaborar un perfume en aquella época requería tiempo, intencionalidad y capacidad. Así ocurre en la construcción de un carácter que se tenga por sabio y digno de imitar. No es un don, sino una elección que se hace y requiere que otros pasen por nuestra vida para poder confirmarlo por el olor de nuestro proceder.
Si el dueño del perfume lo descuidaba y permitía que entraran moscas, éstas lo echaban a perder, dilapidando todo el tiempo y cuidado invertido. Así puede ocurrir también en nuestra vida. Es triste si después de conseguir una trayectoria como creyentes donde otros se fijan en nuestra vida, cercanos y no tan cercanos, lo echamos a perder por permitirnos palabras fuera de tono o de lugar, una rabieta, pérdida de los papeles, publicar algo en redes que no aporta nada bueno, un chiste fuera de tono o una ropa indecorosa.
La verdad es que la lista puede ser bien larga, por lo que cuidemos nuestro testimonio delante de otros, puesto que no sólo nos echamos a perder nosotros, sino le restamos peso a la causa que representamos. Pero, ¿y si nos equivocamos en alguna ocasión? Pues mostremos signos de sabiduría siendo prontos en reconocer lo impropio y rectificando rápidamente.
Justificar o tapar solamente demuestra que estamos lejos del camino de la verdad. Hagamos que cada día el olor a Cristo en nuestra vida se intensifique.