Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
Eclesiastés 10:4 RVR1960
Desde la caída, las relaciones humanas perdieron su equilibrio con Dios y por defecto entre nosotros. Cohélet no ignora esto y nos anticipa que todos sufriremos (o cometeremos) injusticia, desequilibrio e inmadurez y sufriremos por ello.
Pero sí que hay un acento en este texto: ¿qué haremos si estamos haciendo lo correcto en lugar y forma, ya sea en un trabajo, en una congregación, en la escuela o la familia, y las personas que deben servirnos o velar por ello se vuelven injustamente contra nosotros?: "Mansedumbre". Esto significa, responder bíblicamente, sin dejarnos ofender ni entrar a la provocación, pues de lo contrario entrarás en el terreno de la ofensa y perderás tu lugar, ya sea autoridad, destino, bendición o visión. La mansedumbre encomienda el asunto a Dios y sigue respondiendo a la situación como Dios espera que se haga, no dejando que el fuego de la ofensa tome la dirección del asunto.
Hubo un día un joven pastor llamado David contra quien el príncipe se levantó en toda suerte de injusticia, pero su respuesta en mansedumbre lo llevó a un día donde no solo no perdió su lugar, sino que se convirtió en rey.