Para alegrarse, el pan; para gozar, el vino; para disfrutarlo, el dinero. Eclesiastés 10:19 NVI
Dios le ha dado a la vida del hombre la capacidad de experimentar placer y, parte de esta verdad es la que describe Cohélet en estas palabras. Aunque tristemente hay un tono de vista corto, de falta de percepción y de entendimiento de la eternidad aquí.
Somos seres creados a imagen de Dios y con un propósito que le dará sentido a nuestra existencia: "Conocer a Dios y experimentarlo en plenitud". A esto se refirió Jesús cuando dijo que la vida eterna, o en otras palabras, la vida diseñada por Dios para el hombre era, que te conozcan a Ti, al único Dios verdadero, y a Jesucristo. Dios, como buen creador, le concede al ser humano la bendición de experimentar placer en las cosas creadas. Su propósito con ello es que al comer, beber o disfrutar saludablemente de las cosas creadas, los hombres dieran gracias en su corazón y buscaran al Dios que creó y les concede esas cosas.
Pero triste es si solo te conformas con lo que el rayo de luz que entra por la ventana te muestra, pudiendo salir afuera y ser deslumbrado, calentado y bronceado por el sol que emite el rayo. Así vemos a Cohélet con una mirada que solo llega a ver el rayo de la comida, bebida y dinero, habiéndosele nublado la realidad del sol. Todo eso alegra momentáneamente, pero tiene fecha de caducidad y no nos acompañará más allá de aquí.
Su padre David tuvo más percepción y entendimiento de la vida plena, por lo que pudo decir: "mi alma tiene sed", y no es la comida, la bebida ni el dinero lo que la va a calmar. "Mi alma tiene sed" y solo el Dios vivo va a callar mi alma como la de un niño.