No hables ni pienses mal del rey, ni hables mal del rico cuando estés a solas, porque las aves del cielo correrán la voz, y saldrán volando a contarlo todo. Eclesiastés 10:20 RVC
En este texto observamos dos figuras que encontraremos a lo largo de nuestra vida: Los que nos dirigirán y gobernarán en alguna etapa, estructura o forma en nuestra vida. En resumen, los que representan autoridad delegada y por otro lado los que tienen bienes en diferentes formas y de los cuales necesitaremos para mantenernos o avanzar en la vida.
Aunque no excuso la injusticia ni el abuso, reconozco que ser alguien que ejerce en esos roles en la vida, no es fácil y además de equivocarse como humano, estará en un terreno donde podrá cruzar límites que no convienen. Las Escrituras son claras al poner responsabilidad sobre nosotros en la forma en la que nos relacionamos con personas en autoridad sobre nuestra vida. Como hemos leído, es un asunto del corazón y según como se haya resuelto esto en éste, la boca dará evidencia de su resolución.
Nuestras palabras y actitudes serán mensajeras y no sólo traerán la desconfianza y distancia de aquellos que tienen responsabilidad sobre nuestras vidas, sino que Dios será testigo también, velando sobre lo que sembramos. La actitud sobre la autoridad delegada es un asunto de trascendencia para los rumbos de nuestra vida, pidamos a Dios un corazón manso que ve e interpreta a Dios en este asunto tan vital.