Hay que disfrutar cada día mientras estamos vivos, sin importar cuánto va a durar nuestra existencia, pero hay que tener en cuenta que algún día moriremos y estaremos así por más tiempo del que estuvimos vivos y, una vez muertos, ya no podremos hacer nada.
Eclesiastés 11:8 PDT
No podría recoger mejor esta traducción el sentido de este texto. La Biblia no está en contra del sano disfrute, pues es Dios quien como muestra de amor, nos ha rodeado de un sinfín de oportunidades para que apreciamos su guiño a través de todo lo creado. No podremos evitar apreciar ese disfrute cada día, a no ser que no queramos apreciarlo y valorarlo.
El problema es hacer del disfrute temporal, el fin de nuestras vidas y agarrarnos a éste como si nos fuera todo en ello. Cuenta C.S Lewis una experiencia en su cobertizo, acerca de como el rayo de luz que entraba por las grietas entre las maderas, lo llevó a mirar directamente al sol de quien provenía la luz. Así el placer nos debe llevar a Dios que es la fuente de toda vida, gozo y felicidad. Lo tajante de este texto es la afirmación que nos vamos a una eternidad, y que una vez dado el salto, ya no se puede volver a donde estábamos.
A la luz de la eternidad lo que vivimos aquí será como nada, por ello qué trascendental es asegurarnos de estar reconciliados y preparados para presentarnos ante ese Dios que nos espera. Si aquí Él ya se convirtió en nuestro centro y amor, la eternidad será la continuación de ello. Si aquí lo quisimos evitar y no estimar, nuestra eternidad será una continuación de nuestro deseo de estar separados de Él.
Vivir desconectados totalmente de Dios y esclavos de nuestra voluntad, es parte del verdadero infierno para el cual no fuimos creados.
Reflexionemos estas realidades, disfrutemos a Dios y es ahí cuando vivimos y viviremos de verdad.