Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.
Eclesiastés 12:7 RVR1960
Llegamos al final de nuestra carrera y la de cada ser humano que pisará esta tierra. En esta ocasión, ya no se intenta mostrar metafóricamente, ni vemos un "antes". Cohélet nos da la realidad de la sentencia de nuestro pecado sin anestesia: el cuerpo, formado de la tierra, vuelve a ella.
Toda la vanidad y todo aquello que creímos que a través de nuestro cuerpo podíamos conseguir o sentir acabará convertido en polvo que nadie será capaz de reconocer. No importa los atuendos o la gloria con la que te hayas cuidado y vestido, un día ya no existirán. Pero es interesante ver que el espíritu vuelve a Dios. En Génesis 2, cuando Dios creó, ordenaba, y las criaturas eran creadas para ser plenas en aquello que sería su hábitat. Pero cuando Dios creó al hombre, el relato dice que sopló aliento de vida; en el original, "ruach" significa poner su espíritu dentro de él. Por ello, el hombre solo habitando en Dios puede ser pleno y feliz; fuera de este, se convierte en huérfano y desdichado por muchas posesiones y logros que tenga.
Para algunos, es una advertencia clara y para otros, es una gran esperanza el saber que vamos a volver a Dios de quien procedemos. Para aquellos que regresen a Él sin estar a cuentas por sus pecados, de lo cual solo hay una forma, que es a través de Jesucristo, encontrarán que tendrán que pagar por ellos eternamente, apartados del Creador del que no se acordaron.
Para aquellos que respondieron por fe y arrepentimiento al Evangelio que ofrece por gracia salvación, entrarán a la gloriosa presencia de Dios y sonreirán eternamente por haberse acordado del Creador en esta vida. Es hacia eso que vamos; aprovechemos y acordémonos del Creador y vivamos la mejor vida vivida, que es según Él.
Es una tragedia venir a la existencia, gastarse en el pecado y vivir de espaldas a Dios, para luego pasar una eternidad separado de Él. Al menos no podremos decir que nadie nos lo dijo.