Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.
Eclesiastés 12:8 RVR1960
Creo que solo la inspiración del Espíritu Santo podría haber cerrado tan breve, pero tajante, este descenso que hemos ido compartiendo sobre el declive de la vida del hombre en su breve estancia en la tierra. Pretender que algo debajo del cielo ocupe el lugar que solo el que está en el cielo debe y puede tener en nuestro corazón, es como querer llegar al cielo por nuestros propios medios.
Sea lo que sea que hayamos fabricado o hayamos creído, o nos hayan hecho creer que nos daría ese Edén que todos buscamos, aunque tuviera la capacidad de durar, al final en la etiqueta pone: "Solo servirá debajo del sol".
¡Qué interesante y qué regalo de parte de Dios permitir que estas palabras fueran escritas por un hombre que vivió en lo que muchos se dejan la vida para conseguir! Si hay algún anhelo insatisfecho que nuestra sociedad produce en nosotros, Salomón no tuvo ese problema; él pudo y lo vivió todo. Por ello, Dios nos lo dejó como una señal para todas las generaciones, pero ninguna se lo quiere creer, pues gastar nuestra vida en correr tras el viento nos dejará profundamente vacíos y decepcionados. La llamada de este libro está en poner nuestros ojos en aquel que va a vivir y permanecer eternamente después de nuestra vida debajo del sol.
No gastes las fuerzas en echar raíces en fuentes que se van a quedar sin agua; pídele a Dios un corazón entendido y que no quiera la satisfacción como un fin, sino que busque el contentamiento en la fuente de vida que es Jesucristo, y que nunca nos dejará insatisfechos. Vamos a tener que correr en una dirección u otra a lo largo de la vida, y en este libro se nos concluye dónde acaban los dos caminos, uno en sed y funeral, y el otro en contentamiento y celebración.
Solo queda que tú te lo creas.