La conclusión, cuando todo se ha oído, es esta: Teme a Dios y guarda Sus mandamientos, Porque esto concierne a toda persona.
Eclesiastés 12:13 NBLA
Estamos a punto de cerrar este libro y creo que me faltará espacio para abordar este versículo. Llega un momento en que Dios ya dice todo lo que debe decir, y solo queda esperar la respuesta de cada uno. Así concluye esta intensa disertación y qué clara conclusión nos deja.
En esta vida, todos experimentaremos la vanidad en alguna de sus formas; rara vez en todas, pero lo que sí que vamos a compartir todos y nos concierne es que estamos bajo el mandamiento de Dios. Él ha dejado leyes naturales y morales en todo lo que nos rodea, y aunque queramos negarlas o ignorarlas, inevitablemente nos vamos a relacionar con ellas y sus efectos. De una u otra manera, estas nos alcanzarán según el respeto, o la falta de él, con el que nos hayamos acercado a esas leyes.
Cohélet cierra con algo que le faltó y que arruinó parte de su vida: "El temor a Dios". No vale sólo con saber sus mandamientos; necesitamos conocer el corazón y carácter de quien los da. Saber que Él es bueno, justo y amoroso, nos llevará a ver su mandamiento como un regalo para nuestra protección y libertad. Esta es la puerta para entrar al temor de Dios. Es este temor que nos lleva a respetar, amar y sentir un deseo por participar de su santidad. Solo en él, el hombre vive su máxima dicha y plenitud, pues está bebiendo y viviendo de y en la fuente inagotable de vida y luz, la cual nada de lo creado podrá darle por mucho que se busque en ello.
Si no lo crees, ya Cohélet no tiene más que escribir, y la desesperanza y vacío que le acompañaron a él serán tus nuevos compañeros de viaje. Gracias a Dios, en cada generación ha habido quienes, percibiendo a Dios, decidieron coger la senda estrecha a los ojos humanos, pero que sin duda les hizo alcanzar la eternidad y la Gloria de Dios. ¿Serás tú uno de ellos?