Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
Filipenses 3:8 RVR1960
A lo largo de nuestro peregrinaje hacia la ciudad Celestial, nos veremos seducidos, tanto desde dentro como desde fuera, a volver a cruzar el límite que deja fuera a Dios y Su voluntad revelada. Nos podemos salvaguardar de no haber cometido pecados graves, pero si pusieran una pantalla en nuestro pecho que revelara lo que dentro sucede, no habría un rojo demasiado intenso para la vergüenza que en ocasiones sentiríamos por lo que ocurre, deseamos y hacemos fruto de ello.
Una de las verdades cuando enfrentamos el pecado o la tentación, en cualquiera de sus formas, es que ceder a ello es traicionar a Dios y escoger no amarlo. Por ello, es bueno ser radical, tal como Jesús nos dijo cuando habló de cortar con toda fuente de tentación en forma de ambiente, amistad, pantalla, estímulo, actividad, sustancia, vanidad... lo dejo, pues la lista es larga. También es útil desarrollar murallas en forma de sabia resolución acerca de las consecuencias por nuestro pecado, que de seguro vendrían.
Sin embargo, he hallado lo que el apóstol desarrolló como mayor motivo para no cruzar ninguna línea y guardarse de toda especie de mal, "por amor del cual", de esto se trata. Esto significa entender que el Dios que nos dio la vida, que se acercó a nosotros, que entregó a Su Hijo en una cruz y que ahora nos recibe como hijos, tiene un corazón; un corazón que sin necesitarlo, ha decidido amarnos y sentir dicha en nuestro bien, el cual es Él en sí mismo. Con ello, también eligió exponer su corazón a sufrir cuando nos alejamos y pecamos contra Él, negando su naturaleza en nosotros.
Pablo estimó como poco valioso cualquier cosa para no pecar y herir un corazón, que antes de él poder amarlo, lo había amado tan inmensa y eternamente, como si un universo de amor se hubiera echado sobre él. Entender que pecar es romper ese corazón es una de las mayores verdades que un creyente que ha degustado ese amor puede descubrir. Decir no pecar, es escoger cuidar ese tierno y precioso corazón.