Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 16:25 LBLA
Este es un tema que se sabe y se habla en las congregaciones, pero que no terminamos de aceptarlo dado que lo natural es ocuparnos nosotros de que nos vaya bien y salvar hasta donde nos sea posible nuestras vidas controlándolas a más no poder.
El punto es entender qué vale la pena en la vida y cuál es el sentido de esta.
En una ocasión Jesús dijo algo que ningún hombre ha afirmado jamás:
Yo soy la vida.
Jesús es la fuente de plenitud, descanso, trascendencia e inmortalidad que nuestra alma tanto anhela y que busca en todo tipo de cosas, personas o experiencias, por lo que la vida no es una actividad o experiencia, sino una persona.
A los creyentes se nos ha dado el milagro de que nuestros ojos sean abiertos para ver a esa persona y su belleza. Al verla, lo temporal y todo aquello que armaba nuestra vida y que nos iba a dejar defraudados, se desarma y corremos dejando el control y dándoselo a Él.
Pero cuando no vemos lo que debemos ver, se nos vuelve a nublar el entendimiento y acabamos haciendo lo que antes hacíamos; controlando, organizando nuestras agendas y prioridades, sólo poniendo en valor lo que creemos que nos hace bien y felices a este lado de la eternidad.
Al final descubriremos que existimos, pero no vivimos.
He visto a muchos vivir esa vida "zoe" de Dios. Una de las características es que sientes que han dejado el control de sus vidas y las recompensas en manos de Dios y confían más en Su Palabra que en sus propios medios.
Cada día debemos decidir si Jesús es el fin de nuestras vidas o nos vamos a encargar nosotros de serlo. Vienen tiempos más oscuros, empieza a entrenarte hoy en esta santa realidad de vivir en Él, perdiéndote tú y estarás preparado para el sonido de la trompeta final.
Un abrazo a todos.