Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
Santiago 4:6 RVR1960
Dios da tiempos de gracia a su pueblo para responder a su voz y a su naturaleza, y sin duda este es uno de ellos. Cuando hay una gracia tan clara, el no responder a su dirección conlleva una responsabilidad con consecuencias.
Como hemos escuchado, el rencor es el siguiente paso a una ofensa que tiene todos los ingredientes para justificarse, por lo que duele; y cuando no se desecha, profundiza y echa raíces en forma de rencor. Cuando ya se está en ese nivel, o aceptas una vida de esclavitud al capítulo y a quienes te han hecho daño, o tomas la dirección de salir de ahí para ser libre y soltar a los que te hirieron.
Pero:
¿Por dónde empezar?
Sin duda, la gracia de Dios es la única que nos puede ayudar a salir de ese pozo enrejado, y esa gracia acudirá a nosotros sin duda, siempre y cuando nos dispongamos en humildad. Por lo que, acudir a Dios diciéndole: "quiero pero no puedo, me duele, no entiendo el por qué de lo que ocurrió, si no me vengo yo, será como si se fuera de rositas, pero a pesar de todo esto, te elijo a ti, quiero perdonar, quiero que me ayudes, quiero ser libre y solo no puedo, ayúdame a hacer lo posible y haz tú lo imposible".
Es en ese clamor que la gracia acude, y Dios empezará a mover tu corazón hacia Él y su poder de resurrección en ti. El siguiente paso es que Dios te moverá a hablar con un hermano maduro, para que abras tu corazón y puedas recibir de él: oración, apoyo y consejo sabio para cómo actuar con el ofensor, pues las situaciones pueden ser muy diversas y las reacciones del ofensor también. Por lo que, estar bajo cobertura y dirección es bíblico y sabio.
Lo último es ver cómo Dios, por su gracia, cumple su promesa de sanar a los quebrantados de corazón y sanar sus heridas, convirtiéndote en uno más que puede ser llamado hijo de Dios, no solo por posición, sino por la imitación de su naturaleza.