Para que cuando tengan que acercarse a los objetos más sagrados vivan y no mueran, haced que Aarón y sus hijos asignen a cada uno lo que tiene que hacer y transportar.
NÚMEROS 4:19 BLP
Aarón, como sumo sacerdote, asignó de parte de Dios diferentes tareas a cada una de las tres familias levitas.
Por un lado, vemos que Aarón simplemente obedecía lo que Dios le había mandado. Por otro lado, por razones que solo Dios conoce, asignó una tarea a los coatitas que no se la asignó a los gersonitas, y otra a los gersonitas que no se la asignó a los meraritas.
¡Qué absurdo, vano y trágico hubiera sido aquí la queja, la envidia y el inconformismo por el llamado específico de cada uno!
Hubiera sido una señal de una vista muy corta y un corazón que no entiende de quién y de qué va la obra del Señor.
Pero ellos no entraron en eso. Se sabían todos igual de dignos, eran todos levitas, esa era su procedencia. Tenían una encomienda en la obra del tabernáculo, participando y administrando cada día de las cosas santas.
Finalmente, serían recompensados no por lo que hacían, sino por la fidelidad de cómo y para quién lo hacían.
¿Y no estamos nosotros en mejor posición?
Somos sacerdotes del Reino de Cristo, siendo Él nuestra identidad y tribu. Hemos sido apartados y purificados para administrar las cosas santas. Tenemos encomiendas específicas, diferentes a otros, y se pueden multiplicar si somos fieles a estas.
Finalmente, la gente acudirá a ver al que mora en el tabernáculo, no a los trabajadores.
Por ello, sirvamos con gratitud, honra y dignidad en la visible o invisible tarea que se nos ha encomendado