Que Dios tenga misericordia y nos bendiga; que su rostro nos sonría con favor. Interludio
Salmos 67:1 NTV
El salmista era conocedor de las angustias, batallas, pruebas, adversidades e imposibles que, en ocasiones, vienen a la vida. Pero, como tantos hombres y mujeres de Dios, sabían que, en medio de ello, más que las cosas les fueran bien, necesitaban sólo una cosa: "Que Dios sonriera sobre ellos".
Nadie es capaz de vivir una vida tan justa como para hacer sonreír a Dios. Sólo Jesús lo ha hecho, pero Él ha provisto todo lo necesario para que Dios pueda sonreír sobre los pobres de espíritu.
Tanto Job, David, Nehemías y su pueblo no buscaron méritos para hacer que Dios se agradara de ellos, sino que buscaron todo aquello que podía estar sin confesar, sin restituir, sin pedir perdón a Dios o contra quienes se había cometido agravio.
Cuando ellos hicieron, bajo la luz de Dios y de sus conciencias, todo lo necesario, sin importar humillarse públicamente como los habitantes de Jerusalén:
(Permanecieron de pie en el mismo lugar durante tres horas mientras se les leía en voz alta el libro de la ley del Señor su Dios. Luego confesaron sus pecados y adoraron al Señor su Dios durante tres horas más. Nehemías 9:3),
fue que Dios olió ese aroma que tanto le agrada y que mueve su gracia al pecador: "Humillación".
Nunca dejemos de mantener limpio nuestro corazón y seamos prontos a arrepentirnos y hacer lo necesario para que el rostro del Señor esté sonriendo sobre nosotros. Sea que haya calma o tempestad, nada es más importante que esto.