Y esta es la condenación: la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
San Juan 3:19 RVR95
Lo sé, no es un encabezado romántico ni doméstico, pero el verdadero amor es un amor que permite libremente la elección de amar y ser amado, y así es el amor de Dios. El infierno es, en su esencia, el lugar que los hombres escogen después de haber pasado por este tránsito de elección que es la vida, para escoger qué amar.
Jesús fue la manifestación más alta de amor por parte de Dios al presentarse para mostrar a Dios en una perfecta dimensión entendible, al hacerse hombre y no sólo revelarse, sino gritar y mostrar su amor al pagar la deuda de nuestro pecado en una horrible cruz.
Pues bien, siendo esto el mensaje del evangelio: que los hombres sigan excusándose, negando o rebelándose contra la luz revelada, sólo da una opción para quienes el infierno sería estar con un Jesús al que no aman, valoran, y cuya santidad es un obstáculo a sus pretensiones y deseos.
Es por ello que Dios, en su amor y bondad, después de haber abierto el camino de retorno para que así no fuese, les permite —al ser creados para la eternidad— vivir eternamente separados de Él, en su propio gobierno y egoísmo. Definitivamente, una existencia apartada de la luz, presencia y gracia divina, así como gobernada por nuestros propios deseos sin control, sólo tiene un nombre: Infierno.