Pero su arco se mantuvo firme y sus brazos fueron ágiles. ¡Gracias al Poderoso de Jacob, al Pastor y Roca de Israel!
Génesis 49:24 NVI
Jacob tocaba con los dedos la meta del final de su vida; como hombre bien enfocado, lo último que hace es dejar una herencia espiritual a sus hijos en forma de profecías. Llama la atención, en este capítulo, que parte de lo que cada uno recoge es lo que ha ido sembrando en su vida.
Una de las mayores necedades del ser humano es creer que nuestro pecado no nos alcanzará y que nos saldremos con la nuestra. Pero no todos los hijos de Jacob sembraron lo torcido; algunos rectificaron a tiempo, y la gracia les salió al encuentro para aprender y cambiar su destino y herencia espiritual.
Pero de todos los hermanos, hay uno que llama la atención sobresalientemente: José.
De entre la abundancia de herencia espiritual en forma profética que Jacob habla sobre la vida de su hijo, encontramos este texto en el cual nos vamos a detener en varios devocionales.
Lo primero que destacaremos es que José nunca perdió el punto de mira del objetivo de la perfecta voluntad de Dios. Aun cuando las cosas se pusieron adversas e incomprensibles humanamente, el pecado no fue una opción para escapar del horno de la aflicción que le sobrevino. Su arco y punto de mira estaban puestos en la Roca de Israel, y por eso cada decisión que tomó apuntaba al blanco.
Esto me recuerda cuando Pablo también hacía mención (“prosigo al blanco”) de querer llevar un estilo de vida en ese nivel. Las pruebas pasarán y las tentaciones también, pero bienaventurados los que, como José, mantuvieron su arco, decidiendo, viviendo y actuando en el blanco de la voluntad revelada de Dios. Su herencia hablará de ello.