Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
SAN JUAN 15:11 RVR1960
Jesús estaba trayendo esta última y profunda enseñanza en la intimidad de sus discípulos, algunas horas antes de ir a la cruz.
De pronto, suelta una bomba de promesa para ser vivida:
"para que mi gozo esté en vosotros".
Cuando escucharon esto, y aun nosotros que lo leemos:
¿no deberíamos pararnos a mirar atentamente las cosas que ha hablado, dado que el gozo que promete es el que todos andamos buscando y anhelando en la vida?
No nos promete un gozo, sino "mi gozo". La cualidad de ese gozo es la que reside en Dios mismo, el que Jesús tuvo y del que quiere compartir con nosotros.
Por lo tanto, prestemos atención a cuáles fueron esas verdades que anteriormente trajo, dado que, teniendo acceso a ese verdadero gozo, no nos quedemos en la tragedia del creyente que depende de falsos gozos temporales para ir empujándose en su caminar, y lo que es peor, cuando vive en queja y amargura, mostrando lo poco que sabe y conoce del Dios que lo ha llamado a una vida donde debe abundar un regocijo que no depende de las circunstancias.