De treinta años para arriba, hasta los cincuenta años de edad, de todos los que puedan entrar en el servicio del Tabernáculo de reunión.
Números 4:3 RVR95
Llama la atención que Dios establece una franja de edad óptima para la función del ministerio. Aunque esto no es un criterio en el Nuevo Testamento, sí que nos muestra que, por sentido de continuidad, debemos ministrar con una mentalidad de relevo generacional. La labor era tan intensa y espiritual, que no podía ser realizada durante toda la vida, por lo que, al mismo tiempo que se estaba ministrando, ya se estaba preparando a la siguiente generación que continuaría.
Pablo ministraba bajo el nuevo pacto con el mismo principio, acompañándose de siervos más jóvenes y animándolos a buscar a otros que también continuasen hasta la cuarta generación. Lo saludable y natural, tal como ocurre en la familia, es que, en las congregaciones, personas que han estado sirviendo en primera línea, sin dejar de ocupar un lugar en la familia de Dios, llegado el momento, ayuden a otros a emerger y continuar con el relevo y ministerio.
Hay muchos motivos para que esto no se dé: por un lado, no saben interpretar los tiempos en los que el Señor te llama a una labor y, al tener tan intrínseca tu identidad ministerial, no sabes cómo despegarte de ella. Pero también ocurre la triste situación de no encontrar realmente personas que estén bajo la carga y la disposición necesaria para entrar a esa primera línea y coger el relevo.
Personalmente, pienso que la obra de Dios en nuestro país está en esa hora de cambio generacional, y va a ser crucial que, tanto quienes son relevados como quienes relevan, encuentren la gracia de Dios para que ninguna pérdida se dé en el proceso, los cuales, aunque son provechosos y hermosos una vez dados saludablemente, no siempre son fáciles.